domingo, 20 de mayo de 2012

Holly.

Holly tenía el mundo a sus pies, lo tenía y lo malgastaba. Sentía la necesidad incierta de hacer crujir lo más esencial entre sus manos, de empapelarlo y expulsarlo de su vida. Hacía mucho que había aprendido a dejar las cosas en su sitio, a vivir por su cuenta. Esta necesidad de ir y venir en un planeta lleno de contradicciones le venía desde pequeña.

A los ocho años, emprendió un pequeño viaje de sabiduría junto a un par de globos, los cuales se dedicó a tirar desde la terraza de la que antes era su casa. En ellos escribió con rotulador permanente mensajes escondidos que, en cierto modo, salían de su inconsciente. Los soltaba con lentitud, y le gustaba observar con aire infantil  la serie de círculos que iban dejando en su vuelo. Desde ese momento y hasta ahora, Holly soñaba con ser un pájaro. Pero no uno libre, no uno que viajara a su antojo. Simplemente uno con la capacidad suficiente de estar atado a la libertad, pero sin soltarse. Ahora a los 22 años, esos sueños infantiles invadían su cabeza, en un intento desesperado por descifrar cualquier contraseña escondida en aquella acción pasada. Pronto dejó apartada la idea, como siempre solía hacer con casi todo. Lo que no sabía es que ese vago e inoportuno recuerdo, era la clave de lo que siempre había ansiado...

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