miércoles, 17 de diciembre de 2014

I.

Tú decías conocerme bien, como te conoce un amigo más allá de las sábanas. 
Venías todos los martes dispuesto con un mantel rojo. A las doce lo extendíamos sobre la mesita de café, distribuyendo el espacio acorde con nuestros pensamientos del día. Una taza por aquí, una salpicadura de café amargo resbalando por ambas mejillas. Nunca llegamos a regalarnos flores.

El ritual de la comida comenzaba hablando de los vecinos nuevos, instalados no hace más de dos semanas. Ella tenía un cuerpo desestructurado, con los brazos demasiado abiertos, como incentivando una pregunta neutral. Una larga melena se encogía en sus hombros. Tú decías conocerla bien, como se conocen dos amigos sin ni siquiera haberse besado.

Por la forma en que describiste sus andares, decidí pensar que te habías enamorado de ella.
Ambos nos habíamos besado ya, y sin embargo, no me conocías.

2 comentarios:

  1. Pasa tantas, tantas veces... Besarse y desconocerse.


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  2. Tienes un don de la palabra precioso, y por eso te sigo. Sin duda seguiré leyendo tus entradas y todo lo que en ellas digas, pásate si te apetece:

    www.humanfilters.blogspot.com

    un beso!

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Yo te digo dime , y tú me dices...