jueves, 5 de marzo de 2015

Tenía la mirada en los pies. A menudo, cuando bailaba, sus formas se movían al tacto de las paredes, los comensales, las mesas y las copas. A menudo, casi siempre, acertaba a inclinar una mano, imagen de un alzamiento aviario hacia lo más blanco del techo. Las yemas alcanzaban todo lo que su cuerpo abandonaba en el suelo. Bailar era recordar, adormecer la vida en un beso. 

Guardaba los silencios, desparpajos y nunca dichos en el kilómetro cero de sus manos. Ardían demasiado como para verlos crecer...
Puso los ojos en la estampida de sus talones.

1 comentario:

  1. Guardar los silencios en ese lugar no esta tan mal. Preciso como siempre

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Yo te digo dime , y tú me dices...