lunes, 1 de septiembre de 2014

Desencuentros.

Cáncer de vida. Es oír el chirrido armonioso de un piano con las teclas abiertas, una y otra vez. A mi padre se lo diagnosticaron el día que afirmó que el amor al arte no existe. '¿Cuánto se cotiza?'- decía masticando el aire.

Mi madre fue otro delirio distinto. Lo ajeno siempre era lo mejor. Las comparaciones llenaban las paredes de nuestro hogar con un ruido incendiario, casi silencioso. A menudo existía un calibre mejor en el vecino.

Nuestra vida se basaba en una suerte al pormenor. Trasnochaba de espejo en espejo. Era como si el cristal se hubiese fundido con ella, dejando un rastro de sensibilidad fronteriza. Y hubo alguien que dijo una vez que mi familia era perfecta y que yo me unía amablemente a ella. Y esa vez reí con el pelo en la cara y lágrimas de histeria, mientras se alejaba satisfecho de haber dejado una conmoción en el prójimo. Me di cuenta aquel día que el que no sabe, no es porque no quiera. Simplemente ignora cómo mirar.
Y distraerse en vida es aligerar sin haberse manchado los pies primero.

2 comentarios:

  1. Explicas, dices las cosas de una manera que es imposible que las palabras y el zumo de limón que dejan no se adhieran al alma de quien las lee...

    Magnifico como siempre

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    1. Expongo una situación intentando adentrarme en ella, inundando la piel del personaje. Imagino cómo se sentiría, qué sucesos le llevarían a actuar de una u otra forma. Una vez ''dentro'', las palabras salen solas. Aunque desconocía el sabor que dejaban, hasta ahora. Es genial que dejen cierto gusto ácido; significa que he conseguido transmitir hacia fuera lo que pretendía.

      ¡Gracias por tu visita y comentario!

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Yo te digo dime , y tú me dices...