Lo mejor de mi año se llama Amanda. Su cara de círculo difuso enmarca unas grandes ventanas verdes, el color que ella me hace sentir.
Para entender del todo su esencia, debes observarla desde distintos ángulos, poniendo siempre la máxima atención y el empeño necesarios en fraccionarla. Y cuando ya crees que la tienes vista del todo, entonces, solo entonces, su voz te arrulla hasta su mentón de nenúfar escarchado, y descubres que lo mejor y genial que caracteriza a Amanda no son sus grandes olivas estrelladas, sino los incontables mundos que abarca su inmenso espacio interior. Esos que todas las noches abrazo para seguir coloreándola a trazos.
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