Día 4.
Querido cualquiera:
A veces se me olvida respirar. Cuando pongo un pie en la calle nada más entrada la mañana, y mi otro engranaje movible permanece estático en mi 'yo aún dormido'. Cojo el autobús de las ocho, con el pensamiento de que se me escapa algo que no llevo conmigo, quizás un pulmón, o la última vértebra de mi columna que permite asomar a mi cabecita inquieta y decir '¿Qué tal, mundo? Parece como si hoy llevases un vestido nuevo'. Y como si fuésemos colegas de toda la vida, de esos que se empujan a codazos por ver quién de los dos pide clemencia al otro, el mundo estrecha mi mano y me recuerda una mañana más que ya lo he hecho, que sigo entera y sin descomponer, desde que abrí los ojos y me recosté sobre la cama. Estaba completa: latidos pausados, sonidos tocando en directo para mí... No me hacía falta nada, solo expulsar el aire, y recordar cada día que no podía permitirme el lujo de dejar de hacerlo. Ni si quiera cuando tuviese la sensación de que cuatro pulmones baten más asaltos que dos medio tullidos.
Abigail.
¿Cómo nos levantaremos mañana?
ResponderEliminarCon ganas de levantarse, espero :)
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